Ni una menos, como papel para hacer planos
Seguramente, en estos días de aislamiento, todos y todas hemos reflexionado sobre lo que significa el encierro en el cambio rotundo que ha provocado la amenaza del contagio.
Como aquel papel para hacer planos que usábamos cuando íbamos al colegio y sobre el cual trazábamos las líneas de nuestro territorio, hoy el territorio y los problemas sociales y económicos han dejado ver, en una caravana impertinente, las prácticas sociales que vulneran los derechos de las mujeres.
Escribo estos párrafos pensando en el 3J. Ese día, hace cinco años las mujeres cubiertas de reclamos, una vez más, ganábamos el espacio público para forjar una nueva escucha.
Es cierto que antes de la profusa legislación doméstica que se ocupó de las violencias sobre las mujeres, ya teníamos los tratados, abogábamos en las Cortes Internacionales y podíamos pensar que algún cambio estaba más cerca: “Penal Miguel Castro Castro”, “Campo Algodonero”, “Rosendo Cantú y otra”, “Atala Riffo y Niñas”, “Artavia Murillo y otro”, “Gelman” entre otros fallos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que, en la soledad de la discusión del movimiento feminista, nos alentaban a continuar con los reclamos.
Hoy la pandemia trasluce una vieja pendencia que, unida a aquel reclamo de cese de la violencia física, desnuda la estructura antidemocrática que soportamos en el interior de nuestros propios hogares. ¿Cuál es la razón por la cual si estamos de acuerdo en que el cuidado es relacional e interdependiente no hemos podido discutir la centralidad de aquel? Tan central que no hay economía productiva sin la existencia del cuidado.
La incorporación de las mujeres al trabajo productivo no será en pie de igualdad con el varón en la medida en que no se distribuya equitativamente el cuidado.
La encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo 2019 realizada en nuestro país por el INDEC da cuenta que, en algunas regiones, la carga horaria que se dedica a las tareas domésticas y de cuidado realizada por las mujeres duplica a la de los varones y en algunas regiones la triplica.
Pensemos entonces, qué políticas públicas, amén de las implementadas, pondremos en práctica para reducir el mayor impacto, que sobre las mujeres ya está teniendo la pandemia.
El 3 de junio es un buen momento para discutirlo.