Administrando algo de justicia
“Cuida tus centavos y tus pesos se cuidarán solos”. Extraña manera de comenzar una crónica sobre cuestiones jurídicas o de administración de justicia.
Pero en un mundo que en la actualidad parece medir todo en términos económicos, quizás ese refrán sea una sentencia en la que se cifran varias claves para la vida cotidiana: tal vez porque las grandes pérdidas comienzan con pequeñas fugas, aunque no en un sentido económico, sino pérdidas o fugas en general, de valores, de principios, de nociones sociales, de humanidad.
En nuestra vida cotidiana nos vamos acostumbrando a sacrificar pequeñeces: resignamos dignidad por criterios de practicidad, relegamos la libertad por jirones de seguridad, y naturalizamos a que eso es "normal".
¿Qué tiene que ver esto entonces con la administración de justicia? Precisamente eso: la costumbre.
Con el correr de los años, los abogados se han habituado -y casi aceptado como normal- a muchas situaciones que, si pudiéramos salirnos de nosotros mismos caeríamos en la cuenta que son inaceptables.
Así nos hemos ido acostumbrando a esperar las audiencias por horas en pasillos angostos, mal ventilados y llenos de gente, nos acostumbramos a leer la realidad de las páginas de un expediente parados en una mesa de entradas; nos hemos acostumbrado a que tengamos que reiterar hasta el cansancio simples peticiones para lograr cuestiones tan mundanas como una regulación de honorarios que se ajusten a la normativa, nos acostumbramos a deambular por juzgados, fiscalías y defensorías y a consultar las causas de pie, apretados en un mostrador angosto y con pésimas condiciones edilicias y menor dignidad. Pero hay algo a lo que aún no nos acostumbramos: no nos acostumbramos a considerar la constitución o las leyes como simple letra muerta y no nos acostumbramos a las injusticias, porque precisamente es esa lucha, ese afán de justicia, lo que hace a la esencia del abogado.
Dentro de las múltiples actividades encaradas por el Colegio de Abogados de San Isidro, una de ellas ha sido el control y revisión del estado edilicio de los juzgados: porque no nos acostumbramos ni nos resignamos a que la profesión se ejerza en condiciones menores que dignas. Grandes son las falencias, y tal vez magros parecerán en comparación los logros, apenas unos centavos. Pero por magros que hayan sido, se logró al menos que volviera a funcionar el ascensor del edificio ubicado en Colectora Panamericana 12 de Octubre de Pilar. (Ver más)
Muchos de nosotros hemos concurrido por algún asunto a los Juzgados de Familia de Beccar. El hecho que estos Juzgados funcionen en el espacio físico en que antes funcionó una cochería parece casi una sentencia irónica del concepto que se tiene de la institución. El detalle pasará desapercibido para aquellos que no hayan vivido en la zona, pero para los vecinos (y en particular los lugareños cuyas causas allí se ventilan) genera también una carga de negatividad. Muchos de nosotros habremos visto cómo, día a día, había señales mayores de deterioro y muchos habremos visto cómo se instalaron en su puerta, personas carentes de recursos. Muchos se habrán ido acostumbrando, aceptando la situación, no ya de los ciudadanos allí establecidos, sino de la posibilidad de que pudieran darse ese tipo de situaciones sin que el Estado reaccionara.
“Una sucesión de pequeñas voluntades consigue un gran resultado” (Charles Baudelaire)
Fue precisamente -como consecuencia de la revisión del estado edilicio- que se analizó la situación de Beccar, y la Comisión de Administración y Justicia tuvo la oportunidad de expedirse al respecto. Pero a diferencia de lo que puede ocurrir en otros ámbitos, nuestro Colegio no se limita a ver la realidad de un expediente, ni se resigna a ver las injusticias, sino que cambiamos la realidad, como nos han enseñado a todos los que hemos estudiado las ciencias del derecho.
De resultas de esa situación, lo primero que llamó la atención fue el estado de abandono de los ciudadanos, a vista y paciencia de decenas de funcionarios judiciales que precisamente deberían velar por sus derechos. Pero lejos de limitarse a señalar con un dedo acusador, el Colegio de Abogados hizo lo que mejor se puede hacer: comenzar a solucionar. Se comenzó a solucionar en parte algunas cuestiones del edificio destinado a los Juzgados de Familia (se han instalado rejas de seguridad). Pero eso es secundario.
El Consejo Directivo aceptando la propuesta de la Comisión de Administración y Justicia realizó diversas gestiones, formales, personales, directas y, con una importante dosis de trabajo y mucho empeño, logró lo primordial: solucionar una situación de calle, situación a la que casi nos habíamos acostumbrado, situación de calle que ya ni parecía llamar la atención; pero aunque silenciado, aunque mudo, el reclamo y el abandono existía, la necesidad se hacía evidente.
Es un pequeño logro, otro centavo; pero un centavo que importa, un centavo de oro, porque hace a la vida y la dignidad de nuestros congéneres, simples seres humanos a los que casi nos habíamos olvidado de mirar como tales, un centavo de oro, porque al poder luchar por sus derechos, vamos también recuperando nuestra dignidad como sociedad, un simple centavo, que tal vez le haya devuelto al menos por un instante la sonrisa a una persona, y como dijera alguna vez santa Teresa de Calcuta “La paz comienza con una sonrisa”.
San Isidro, 7 de diciembre de 2017.